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The Rural-Urban Interface, Idealistic Visions and Current Projects in Lisbon, Portugal And Santiago, Chile

La Interfase Urbano Rural, Idealidades Y Proyectos. Acerca De Los Casos De Lisboa, Portugal, Y Santiago De Chile.


Isabel Maria MADALENO F. 1/,
isabel-madaleno@clix.pt
Alberto GUROVICH W. 2/ y
Gladys ARMIJO Z. 3/.


(Paper in Spanish presented to the Sixth Meeting on Contemporary Cities and Cultures, in Guadalajara, Mexico, 11th September 2002)

Abstract in English

Metropolitan areas in general, Lisbon and Santiago in particular, are experiencing complex transformation processes due to residential segregation and social distances, privatization processes, physical and social fragmentation, as well as urban spread and its dispersion through the countryside.

A time referenced evolution of the Portuguese capital is described in the paper, in order to explain problems currently experienced in the European metropolis, focusing social, economic and environmental problems, like water pollution, primary and secondary residences construction fever and natural spaces status. Urban and peri-urban agriculture successful practises are presented as examples to be followed by other big cities, intended to reduce socio-economic differences, and to diminish the occurrence of hazards as floods, soil contamination, air pollution and green spaces retraction within metropolitan areas.

As a complementary counterpoint, in the case of Santiago de Chile, the creation and persistence of a territorial state supported intervention model is examined. Such model, the creation of Huertos Obreros y Familiares (Workers and Family Vegetable Gardens), started in 1921, was legitimated in 1941 during the Popular Front government through the Caja de la Habitación Popular (Social Housing Fund), and was defined by the progressive cooperativism ideology as an attempt to break the country - city opposition in the borderline of both areas.

A housing complex, the Población Modelo de La Pintana, is exemplified in the paper due to its particular structure and organisation. It is located 18 km south of Santiago's downtown area, composed by 500 half an hectare lots on which three bedroom houses were built, and submitted to a strict environmental control in order to keep the quality of the residential activities, including facility areas for food gardening. This has contributed to the success of the project, although those spaces are now converted in peri-urban dominions and are being submitted to simultaneous pressures from the urban sprawl and agricultural modernization.

It is finally stated that these intervention modalities should be re-evaluated because of the socio-economic and technological changes. Future scenarios for Lisbon and Santiago were designed taking into account environmental policies from both countries.


Presentación.

Las áreas metropolitanas, particularmente aquellas que desempeñan posiciones de alta centralidad y primacía, están mostrando los efectos de complejos procesos de transformación de las relaciones socioespaciales, en también múltiples dimensiones.

Entre tales efectos, en la literatura se ha enfatizado la relevancia de: (a) la fragmentación física y social; (b) el incremento de las distancias sociales y la segregación residencial; (c) la intensificación del dominio de lo privado sobre lo público; (d) la hegemonía creciente de las funciones de intercambio (circulación y comercialización); y (e) el aumento de la expansión y dispersión territorial de la urbanización.

Observado en términos singulares, este último aspecto viene adquiriendo una dinámica que, junto con rectificar tendencias de larga data, genera nuevas articulaciones con el desenvolvimiento, igualmente tensando por mutaciones significativas, del ámbito tradicionalmente denominado rústico o rural, en el encuadre de la existencia de fuertes desigualdades y hasta contradicciones entre núcleos y envolturas que representan la formación de la ciudad y el (su) campo.

Pero, así como la realidad se aleja de aquella fisonomía bipolar, las concepciones que la nutren han venido siendo progresivamente enjuiciadas, desde los primeros años del siglo veinte.

Por una parte, y muy temprano, se estima la posibilidad de obtener diferenciaciones paulatinas o graduales entre lo urbano y lo no - urbano, expresadas, por ejemplo: en los trabajos de Elisée Reclus sobre la integración armoniosa de las ciudades y los campos de Sicilia; en las proyecciones del teorema de "la sección del valle", de Patrick Geddes, aplicado en la lectura del orden de pequeñas comunidades industriales inglesas; en el estudio de los géneros de vida, de Paul Vidal de la Blache; en la productividad potencial de la industrialización en el campo, expuesta por Petr Aleksiéevich Kropotkin; y en los diagnósticos de Frédérique Le Play, a través del principio de contigüidad espacial que lleva a la constitución de regiones.

Estas posturas, de hecho, no son ajenas a la presencia de tejidos territoriales compuestos por estructuras indistintas o menos diferenciadas, y una red cada vez más densa de actividades y movimientos de interpenetración.

Al mismo tiempo, desde otra vertiente se va fortaleciendo la idea de crear entidades mixtas, mediante las cuales se trata de realizar los sueños de renovación social que se inscriben en la saga de los socialistas utópicos, inspirados en el mensaje del Tratado de Asociación Doméstica y Agrícola, de Charles Fourier, siguiendo la idea de reunir, en un mismo proyecto, "lo mejor de la ciudad y lo mejor del campo", o de lograr "vida urbana en un emplazamiento rural, en perfecta combinación". Tal es la promesa de la Ciudad Jardín Atrayente, de Ebenezer Howard, Barry Parker, Raymond Unwin y Georges Benoit - Lévy, quienes encabezan una perdurable cadena de diseñadores urbanos y activistas del mismo principio.

Una tercera línea, propone la búsqueda de ambientes de restauración comunal posibilitados por la vuelta al campo - un campo figurativamente mistificado -, e incluye posturas de fuerte simbolismo, en la esfera de lo ideológico, como: las del movimiento "Volk", en Alemania (que será después malversada por el partido nacionalsocialista); de los establecimientos de los Shakers, entre otros grupos de fundadores de comunidades ideales, religiosas y socialistas, ubicadas en el oeste de los EE. UU. de Norteamérica; el antiurbanismo de "La Agricultura" de Ralph Waldo Emerson; la búsqueda de la purificación intelectual y moral de lo agrario, en las colonias de Lev Nikolaievich Tolstoy, y de la religión del trabajo manual de Aarón David Gordon, en las comunas de los movimientos cooperativos judíos; y la vuelta a una naturaleza casi legendaria mediante la ocupación de las tierras "vírgenes", primero, el desarrollo deportivo - ambientalistas de nuevos agrupamientos residenciales, sobre las alturas boscosas de los estados de California y Washington, después, y los proyectos "organicistas" de la ciudad del acre disperso, de Frank Lloyd Wright, además de los proyectos arcológicos de Paolo Soleri, expresados en los dibujos y las maquetas de Arcosanti, por citar algunos ejemplos.

Otra opción, que intenta recuperar la subordinación del campo, se expresa en iniciativas que van desde la propagación, sobre el espacio "rústico" (utilizando la nominación jurídica), de formas urbanas controladas, como ocurre en los proyectos de las "ciudades lineales" de Arturo Soria y Mata y Nikolai Alexandrovich Miliutin; las ciudades satélites, ciudades nuevas o "asentamientos autosuficientes inmersos en el verde", de Thomas Adams, Clarence Stein, Henry Wright, Frederick Ackerman y Patrick Abercrombie; y en los huertos obreros y familiares y las granjas suburbanas.

Finalmente, surge otra alternativa que intenta recuperar la subordinación del campo, parcialmente integrado como terreno complementario, la cual se expresa en planes que van desde la fundación de "aldeas campesinas" en la corona metropolitana, hasta los parcelamientos residenciales de fin de semana, abiertos o cerrados, denominados condominios suburbanos o countries, en Brasil y Argentina, y conjuntos de "parcelas de agrado", en Chile.

De modo paralelo al desarrollo de estas ideas se van construyendo diferentes aproximaciones al proceso, ubicadas en la esfera positivista, que interpretan la composición del territorio (urbano + rural) en dos planos analíticos: como manifestación de conductas racionales que se organizan en función del balance de costo-beneficio de la distancia entre lugares, factor básico de la accesibilidad técnica; y en tanto fórmula de ordenamiento visto a través de las propuestas de asimilación de las conductas sociales al modelo del ecosistema natural (estructuras funcionales al equilibrio) o de la instauración de patrones culturales vinculados con la densidad, la productividad industrial, la transitoriedad de los hechos y la velocidad de la circulación (estructuras relativas al cambio).

Desde aquellos abordajes, que se originan en los estudios de la renta de la tierra y la modernización, se revisa la variación de las tramas de dominancia - dependencia en aquellos territorios, para descubrir los motivos a partir de los cuales germinan nuevos sistemas de interposición y mediación entre lo urbano y lo rural.

Tal variación determina mayores nexos entre ambos, sustentada en una combinación de movimientos que van cambiando las jerarquías y las especializaciones de los elementos constituyentes de las tramas, posibilitando la agregación de espacios bajo el concepto de "regiones urbanas" (Boustedt, 1970), con uno o varios focos de convergencia y divergencia (Kloosterman y Musterd, 2001)

Finalmente, una tercera dimensión suple y completa las anteriores, cuando los problemas de desarrollo creados por la crisis de los mercados, van a justificar el tratamiento político de la articulación urbano - rural.

En esa instancia se promueven dos formulaciones: una que suscribe la intervención del Estado sobre la economía, apelando a una táctica de fortalecimiento de la zonificación que, en función del control de los costos agregados, acentúa y reitera la separación de lo urbano y lo rural, postulando una dicotomía artificial; y otra, en la que a partir del estudio de nuevas realidades determinadas por la aplicación masiva de políticas de sesgo liberal en el manejo del espacio, que neutralizan la división entre zonas y otras regulaciones, va consolidando una perspectiva no interviniente.

La primera, respaldada en técnicas de simplificación, se generaliza, aduciendo medidas de efectividad económica y manejo ambiental, no obstante contraviene el rumbo del proceso.

Desde la visión que propone la segunda, el borde de contacto entre lo urbano y lo rural comienza a ser observado como guarnición accesoria y a la vez estrato del crecimiento urbano, en una figura de fajas concéntricas sucesivas, por lo que al definir el área que compromete, tiende a confundir los conceptos de orla o ribete de contorno (fringe) y suburbio.

A esta manera de percibir, contribuye el examen de los resultados de la dispersión estrellada de grandes conjuntos de habitación de interés social, agrupamientos industriales e instalaciones de equipamiento de servicio, algunos de ellos desprestigiantes (prisiones, vertederos sanitarios, etc.), dispuestos alrededor de las grandes ciudades.

De este modo, en el área de acercamiento se muestra un cuadro de formaciones híbridas, urbano-rurales, que testimonia el paradigma de la complejidad contínua y multidimensional entre el urbano, el peri - urbano y lo rural (Adell, 1999; Iaquinta y Drescher, 2000)

Las áreas urbanas, por su lado, van presentando densidades poblacionales menores hacia los bordes, que se correlacionan con intensidades y alturas de edificación variadas y también en descenso hacia un perímetro que todavía contiene algunas actividades primarias (Vennetier, 1961), y en su población se detecta una presencia significativa de trabajadores permanentes y temporales en el sector primario, principalmente activos en la agricultura modernizada que, siguiendo el compás de los movimientos pendulares, viajan diariamente a los frentes de trabajo.

El ámbito rural inmediato a los centros urbanos, entretanto, se transforma en espacios de transición del orden urbano al rural, donde se conforman paisajes mixtos (Carter, 1982; Salgueiro, 1992; Daveau, 1995; Beaujeau - Garnier, 1995; Iaquinta y Drescher, 2000), marcados por variaciones de tamaño y densidad de los agregados poblacionales (Hewitt, 1989), y transformaciones sensibles en la arquitectura residencial e industrial, en general, acentuada en algunos sectores por el traslado paulatino de grupos de ingresos altos a parcelamientos residenciales exclusivos, en busca de menores densidades.

Además, se nota un mejoramiento de la infraestructura caminera y ferroviaria, y un notorio crecimiento y cualificación del transporte automotriz, lo cual produce un descenso relativo de los costos directos e indirectos y determina condiciones de proximidad virtual de los poblamientos (otrora dispersos y marginados) a los lugares centrales.

A ello se suma la extensión y difusión de los servicios de las redes de energía y comunicación telefónica, y la ampliación del acceso a los medios de difusión de informaciones, a más del desplazamiento al extrarradio urbano de algunos elementos de tercerización, entre los cuales se destacan los centros de intercambio comercial. Todo esto facilita la transmisión e internalización de factores subjetivos de homogeneidad socio - psicológica, tales como valores, actitudes, gustos y comportamientos, que fomentan la mutación de los modos de consumo en los residentes en el espacio no - urbano.

Y, además, se van promoviendo fuertes transformaciones en los modos de producción de lo rural, que incorpora instalaciones, procedimientos y horarios industriales, colabora con las innovaciones en la agricultura allí persistente y genera una mayor diversidad de trabajos.

En resumen, junto al crecimiento de la superficie urbana, que invade la faja rurbana, exurbana o peri-urbana en varios tramos discontinuos, se despliegan allí las condiciones para una mayor velocidad de cambio, gracias a lo cual se torna notoriamente diferenciable de la malla de conectividades, el ordenamiento físico y la distribución territorial de las actividades, tanto de la ciudad, como del campo.

Por ello, este espacio comienza a ser apreciado como un área de características singulares, que ha dejado de ser una mixtura para convertirse en una amalgama con especificidades nuevas, siendo individualizada, primero, conforme a la noción del continuum rural - urbano (Pahl, 1968), primera escala de vislumbre de una extensión distintiva que se incorpora en el soporte de la urbanización global, y después como una nueva configuración, que se ha llamado interfase urbano - rural, cuya descripción, así como la explicación de la lógica que la sustenta en dos casos que se comparan, son el objeto de nuestra presentación.

Ahora bien, en el ámbito hispano - luso - americano y, concretamente, en Portugal y Chile, se han experimentado proyectos de fuerte encarnación simbólica sobre este espacio de la interfase, que valorizan sus potencialidades, en el plano del desenvolvimiento actual de las disciplinas del territorio, como en los dos casos que ensayamos describir a continuación.

Expansión urbana, polución y agricultura en Lisboa

La intensa urbanización registrada a lo largo de la segunda mitad del siglo XX en los alrededores de Lisboa ha generado impactos negativos en recursos naturales de innegable riqueza y diversidad, como el suelo o la vegetación arbustiva, típicamente mediterránea, incluso en la fauna acuática, puesto que las aves migratorias que todos veranos demandaban alimento y se reproducían en el sapal del estuario del mayor río peninsular, el Tajo, han empezado a escasear.

Simultáneamente con la expansión de la metrópolis portuguesa (circa de 2.569 Km2, en la actualidad) y cómo consecuencia de su movimiento centrífugo, se ha incrementado la polución del aire, menos grave a pesar de todo que en Santiago por ser tres veces mayor que Lisboa, al no exigir la legislación chilena transportes públicos y privados catalíticos, y por su emplazamiento en una cuenca bordeada por los Andes y la Cordillera Litoral, minada por fenómenos de inversión térmica y un efecto de estufa extremado.

Al igual como en muchos otros casos similares, se enfermaron las aguas de los ríos, que no soportaron la descarga incontrolada de los desechos urbanos, llevando a las aldeas periféricas además de un modus vivendi ajeno, la basura de montante y el descontrol de un tejido urbano extendido.

En Portugal la calidad de las aguas interiores es cuestionable, en general, por las descargas domésticas, industriales y de complejos agro-pecuarios.

Uno de los casos más destacados es el río Alviela, afluente del Tajo, conectado a Lisboa por un canal de abastecimiento de agua desde fines del siglo XIX (Ley de 1871) y donde se detectan con demasiada frecuencia niveles absurdos de hierro, amonio, fenoles, cloritos, arsénico y detergentes (Daveau, 1995) Las fábricas de curtimiento son responsables por buena parte de la polución y a pesar de que desde 1988 haya una central de tratamiento de aguas residuales la situación está lejos de ser normal, para un río que aún "da de beber" a la capital.

Busquemos en la historia, la explicación para los problemas del presente.

La capital portuguesa se fijó definitivamente en Lisboa en el siglo XIII. Entonces, la ciudad presentaba un trazado irregular y se aglomeraba en un cerro donde vivían en barrios separados judíos, moros y cristianos. En el siglo XIV, cuando reinaba el Rey D. Fernando, se alargaron un poco las murallas en las direcciones este y principalmente oeste, siempre siguiendo el río, que durante siglos fue el eje polarizador de la ciudad. La razón de la edificación es que faltaba ya espacio dentro de la cerca antigua. Por los cronistas coetáneos sabemos que se integraron entonces arrabales agrícolas, del valle del rocío (Rossio)

La expansión se da después siempre hacia el oeste, en dirección al Monasterio de los Jerónimos en Belén, barrio de donde han partido las carabelas, del siglo XV en adelante, a dar "nuevos mundos al mundo" como escribió el poeta Camões.

Escarpas profundas y cerros elevados dificultaban entonces la expansión urbana en las direcciones norte y este, mientras que al sur, el profundo y largo estuario ofrecía una barrera natural. Tan caudaloso es el Tajo en esa área, que lleva el nombre de "Mar de Paja" (261 Km2). Además, hacia el poniente estaba el Océano Atlántico, de preferencia indudable dada la vocación marítima del portugués. Pero no ha crecido tanto la ciudad de Lisboa hasta el siglo XIX como debería, incrementando su densidad en el sitio primitivo, porque las dislocaciones se hacían a pie o a caballo.

Mientras tanto, en 1755 uno de los mayores terremotos que se conocen en la historia mundial, acompañado de un maremoto, destruyó prácticamente toda la ciudad. Encargado por el Rey D. José I de mandar reconstruir la capital, exactamente en el mismo sitio, como extrañamente pasa en tantos lugares sísmicos, debido a la obstinación del ser humano en enfrentar a la Naturaleza, el Marqués de Pombal aprobó adentre los planes de los arquitectos-urbanistas de su tiempo una malla urbana regular, ortogonal, la primera que la ciudad ha conocido. Esa zona central de la ciudad será para siempre conocida como Baixa Pombalina.

Al principio del siglo XIX, Lisboa ocupa un área de 9,47 Km2. Solo en 1835, cuando se inauguran los primeros trasportes públicos sobre carriles (los "americanos"), la ciudad empieza a expandirse en la dirección norte. Esa estructuración norte - sur se debe a una primera avenida de bellos jardines y estatuaria barroca, entonces llamada paseo público (hoy conocida por Avenida de la Libertad), que data de fines del XIX.

En esos tiempos el eje ya medía 12,2 Km. Más tarde, entre las dos guerras mundiales, crece aún más hacia el interior gracias a las Avenidas Nuevas, mezcla de trazados radio-concéntricos y regulares. Eran barrios exclusivamente residenciales, siguiendo el empleo industrial y comercial la orilla del río (Salgueiro, 1992)

Asimismo las calles del cerro del castillo, el sitio primitivo, junto con los barrios de Moraría y Gracia, resistieron con sus calles estrechas e irregulares, con carácter medioevo, sus muchos quintas llenas de árboles, avecillas y flores, así como villas obreras, donde hasta recientemente existían alfarerías. Hacia el oriente la ciudad tarda en extenderse, en dirección al valle profundo de Chelas del siglo XX, de propiedades agrícolas apenas destruidas tras la apertura de avenidas y nuevos departamentos, algunos conjuntos de habitación social, por razón de la Exposición Universal, conocida por Expo 98, que revitalizó la parte oriental de la ciudad.

La ocupación humana en el municipio de Lisboa fue, hasta 3 décadas atrás, tan dispersa que tanto la agricultura como la pecuaria coexistieron amigablemente con otros usos y actividades económicas. Por ejemplo, en los años 60, aún era posible comprar leche directamente al productor en barrios como Benfica (NW de la ciudad), más conocido por su equipo de fútbol o del Campo Grande, donde hoy está localizada la "ciudad universitaria", entonces arrabal agrícola.

En efecto, será entre 1970 y 1980, cuando regresaron de las colonias centenares de miles de "retornados", tras la Revolución de los Claveles (25 de Abril de 1974) y la autodeterminación de Angola, Mozambique y demás posesiones africanas portuguesas, que aumentará la densidad poblacional del tejido urbano de Lisboa, registrándose en el Censo de 1981 valores cercanos a los 97 habitantes por hectárea - similar a la media estable de Santiago de Chile -. El municipio de Lisboa tiene hoy 83,8 Km2 de superficie. Igualmente crecen municipios limítrofes como Oeiras (W), Amadora (N), Loures (NE) y también la ciudad de Almada y las villas de la margen sur del Tajo, unidas por un puente y barcos fluviales a la capital. Actualmente, en la Región Metropolitana de Lisboa viven 2 682 676 habitantes (INE, 2001)

Respecto al crecimiento de emplazamientos urbanos y peri - urbanos, que proliferan hoy en un entorno antaño rural, suele ser poco regular el trazado de las calles u ortogonal sin respecto por la topografía. En sobrados casos, el plano de las villas y ciudades satélite es mismo laberíntico, fruto de construcciones votadas al acaso, frecuentes veces en proceso de total ilegalidad de edificación en el límite de dos municipalidades (Brandoa, en la orilla Norte del río y Baixa da Banheira, margen Sur), en áreas marginales de bajo costo (Salgueiro, 1977), un proceso insano pero muy rentable del sector inmobiliario, que primero edifica y "ya después se verá".

Eso radica en primer lugar en el hecho de que el Estado ofrece menos del 10% de la vivienda. Si desde 1986 cada municipio tiene por ley que dibujar y hacer aprobar su Plan de Desarrollo Municipal (PDM), que establece una zonificación supuestamente restrictiva del espacio, también es verdad que simultáneamente inexisten o son pocos los planes de pormenor dibujados para la Región Metropolitana de Lisboa, estando consignadas largas zonas urbanizables en muchos municipios y contestadas reservas agrícolas en emplazamientos apetecidos . Eso propicia frecuentes alteraciones a tan generales PDMs, al ritmo y sabor de la especulación inmobiliaria.

Otro indicio del "hacer primero, legislar después" es el hecho de que solo en 1991 la Ley 44, de 2 de Agosto, haya creado oficialmente la Región Metropolitana de Lisboa, un reconocimiento formal y funcional de algo que existe realmente desde mediados del siglo XX.

En efecto, el proceso de suburbanización se ha establecido con el adviento del autobús, como transporte público, en 1944 (Salgueiro, 1992). Con todo, y interesantemente serán los tres ejes ferroviarios de la mitad norte de la metrópolis que irán organizar el proceso de conurbación. Ellos son: Lisboa - Cascais (W); Lisboa-Sintra (NW); Lisboa - Vila Franca de Xira - Santarém (NE)

En la margen sur del estuario del Tajo la expansión urbana empieza acompañando tímidamente el trazado de la orilla del río para después, con la construcción del puente Salazar, en 1966, y consecuente rasgar de la autopista a Setúbal (A2) organizar el poblamiento en torno de esas nuevas vías de acceso.

El viaducto, con el diseño del Golden Gate de San Francisco, fue rebautizado de puente 25 de Abril en 1974 y hoy es conocida, por rechazo a la política y a políticos, sencillamente de "puente sobre el Tajo", no obstante junto con la Expo 98 haberse construido otra travesía a montante.

Ese nuevo eje, el puente Vasco da Gama, nombrado en honor del descubridor de la ruta de las especierías, es responsable actualmente por el crecimiento explosivo de dos municipalidades antes situadas en las isócronas de 1 hora de distancia de la Baixa Pombalina, o CBD de la ciudad de Lisboa. Son ellas Montijo y Alcochete, otrora productivas periferias agrícolas guindadas repentinamente a apetecidos dormitorios de la capital, asunto que profundizaremos más adelante.

Se registran así, movimientos de desconcentración y de relocalización de actividades en la periferia, especialmente las industriales pero también los servicios.

Enfatizamos que la marca de la mayor metrópolis portuguesa, por la negativa, es que cada uno ha construido en los últimos años las casas y departamentos que desea, sin normativas serias ni reservas respecto a usos, trazados, planos, alturas, colores o materiales de las fachadas, salvo raras excepciones. En la década de los noventa, la baja progresiva de las tasas de interés en toda la Unión Europea, las señales positivas de la economía portuguesa y un hábil manejo de subsidios públicos para la adquisición de departamentos por parte de jóvenes y familias carecientes de vivienda propia, ha generado una incontrolable fiebre de construcción, avalada por consejos municipales interesados en los elevados ingresos resultantes de ese descontrol arquitectónico.

Ya en los albores del siglo XXI, en plena recesión económica, ha llegado la hora de pagar la factura y se ve que crecen las familias endeudadas al mismo ritmo de la subida de las tasas de interés, las cuales han pagado precios demasiado elevados para la calidad de los departamentos, dada la especulación inmobiliaria imperante, todo asociado a la pérdida reciente de financiamientos a la vivienda social por parte del Estado. Inaceptable fue también, en la euforia del período de expansión de la economía, la facilidad con que los más destituidos de recursos se conformaron con los malos alojamientos que les ofrecieron las constructoras y la general degradación ambiental decurrente.

¿Es la vivienda un bien o una mercancía? La respuesta suele ser distinta de acuerdo con la fuerza política que gana las elecciones (Ferreira 1994). Para el anterior gobierno socialista, partidario del Estado Providencia es la primera opción. Para los social-demócratas y demócrata-cristianos que se coligaron tras las elecciones de este año de 2002, no compite al Estado ayudar a los insolventes ni distribuir la riqueza. Imperan las leyes de la competencia y se van a disminuir las políticas sociales.

Estamos ahora en el dominio de las ideologías y solo lo mencionamos por afectar la vida de las gentes de Lisboa y la metrópolis como unidad geográfica.

Volviendo un poco atrás, en caso de municipios como Cascais, Sintra, Almada, Setúbal y Sesimbra, otro impacto ambiental negativo reside en la polución marina, ya que fácil es echar las basuras al mar. Con todo, cuando los efectos perniciosos se sienten en el turismo, sobre todo en las playas, de que la metrópolis está muy bien dotada, como también en la industria pesquera, la opinión pública exige del gobierno, particularmente al Ministerio del Ambiente, medidas urgentes e intervenciones consecuentes. Este tema sigue siendo uno de los más polémicos porque la edificación de viviendas y de comercios de playa ilegales son hechos comunes a todo el país, con desastrosas consecuencias en el natural proceso de formación de dunas y generalizada pérdida de inertes, incluso por la excesiva extracción a favor de nuevas edificaciones en altura.

Lo ilógico es que se insiste en penalizarlo todo, como declaración de principio, desde que no perjudiquen negocios y derechos adquiridos, aunque sin derecho. Destruir casas construidas ilegalmente en las playas solo fue llevado a cabo en fines de la década de los 80 por un responsable del ambiente ecologista militante. Sin embargo, ese proceso iniciado en las playas de la parte sur de la metrópolis (Península de Setúbal), ha sido interrumpido con su salida del ejecutivo y nadie más tuve coraje político para completar la obra.

El status quo actual es que más de una década después aún no se ha aprobado el plan de ordenamiento de la orla costera. Argumentan los expertos que las dificultades en congregar las voluntades de todos actores incluidos están en el origen de este retraso. Hay nada menos que tres áreas protegidas en el litoral W de la Península de Setúbal. Las playas son dominio público en Portugal, pero para allá de las dunas secundarias hay propiedades privadas y muchos intereses en acautelar. Sin embargo, los restaurantes de playa tienen que seguir construyéndose en las dunas primarias, perjudicando su natural proceso de formación. La razón es que son los concesionarios de los negocios quien contrata nadadores-salvavidas en verano y se encarga, junto con los servicios municipales, de la limpieza de las playas. La marina portuguesa y los municipios costeros no tienen recursos financieros o humanos para todo.

A pesar de un panorama ambiental desolador, la agricultura es una de las actividades que mejor sobreviven en la metrópolis de Lisboa, alimentada por un clásico amor del portugués por la tierra, los árboles y las flores, tanto cuanto por el mar. Como veremos, ese sentimiento no lo comparten tan activamente los urbanistas chilenos, a pesar de que en otros aspectos exista gran similitud de procedimientos en ambos países. Lo que sí es común es la necesidad constante que persiste en los ciudadanos conscientes de luchar contra las políticas expansionistas urbanas que tienden a ocupar los mejores suelos agrícolas con usos residenciales.

En este tema una de las más destacas áreas es la lezíria del Tajo, los suelos aluviales localizados en el municipio de Vila Franca de Xira, que en simultáneo hace parte de una Reserva Natural de protección a aves migratorias, como decíamos. Fue desde siempre explotada por una compañía estatal, y es una zona aprobada en el PDM con usos agrícola y ecológico. Su superficie sobrepasa, con todo, los límites de la metrópolis (19 399 Há) y está cubierta de pinos y corchos, además de que se producen allí el arroz (total de 1.110 Há, en 2001), cereales, vinos, hortícolas, entre otros muchos productos.

La creación extensiva de ganado bovino (3.670 cabezas), ovino y del famoso caballo lusitano, preferido en el toreo a la portuguesa, es una de las apuestas más recientes de la Compañía (Expresso, 2002)

En Mayo de 2002 el gobierno anunció la privatización de esa empresa pública para el año de 2003. Nos parece que es una muerte anunciada... Asimismo, en el contexto peri-urbano el uso de la teledetección y los análisis espaciales cualitativos ayudan a comprender mejor las interacciones entre los distintos usos del suelo, en actualidad, y la importancia de la agricultura en la metrópolis.

La idea clave de este apartado es que la creación de viables interfases urbano - rurales tiene que ser bien planeada, sustentada por estudios de impactos ambientales, exigidos por la legislación de Unión Europea pero extrañamente aún menos formalizados o atendidos en Portugal que en Chile, país donde todo suele ser mejor planeado con antelación. Esto no es sinónimo de desprecio por las leyes del mercado que imperan en ambos países, donde el neoliberalismo domina.

Uno de los temas que mayores consensos generan es la sustentabilidad ambiental de las ciudades de gran dimensión humana. En ese sentido las iniciativas de implementación de huertos familiares, de huertas y granjas pedagógicas, dedicadas a cultivos orgánicos, o sea con recurso a prácticas de reciclaje como introducción de composteros que reaprovechen basuras domésticas, se registra tanto en algunas comunas de la Provincia de Santiago, cuanto en municipios de la metrópolis de Lisboa.



Esta es una tendencia que valoramos como uno de los pocos aspectos positivos que la dispersión y disgregación territorial imperantes aportan, una visible fragmentación morfoespacial de la Región Metropolitana de la capital. Postulamos que cada ciudad y su entorno deberían ser miradas como un microcosmos, un pequeño mundo con vida propia, que tiene que encontrar dentro de sí mismo las soluciones para los problemas ambientales que lo afligen (Nuppenau, 2002). Aquí entran proyectos de agricultura urbana y peri-urbana sin recurso a químicos y adquieren sentido afirmaciones controvertidas como "cultivemos nuestras ciudades" (CTA, 1999)

Ejemplos de práctica de agricultura urbana y peri - urbana en la Región Metropolitana de Lisboa

Barrios del municipio de Lisboa, como Lumiar, al oeste del aeropuerto, son ejemplos paradigmáticos que demuestran la mezcla en la estructura urbana de edificaciones, incluso condominios cerrados, en el caso de alta y media gama con propiedades rurales. Existen también allí bellos palacios, iglesias y monasterios dotados de enormes jardines, pomares y cobertura arbórea continua, en rara competencia con la ola de urbanizaciones.

Ahí se localiza el Parque Monteiro-Mor y respectivo palacio donde funciona el Museo Nacional del Traje. En sus cerca de 2.000 m2 de superficie cultivan los funcionarios papas, hortalizas, frutales, hierbas, maíz, y crían abejas con permiso de la dirección y del Ministerio de Cultura, usando las nacientes de abundante agua y exigiéndoles la gestión de la institución apenas la preservación de los extensos jardines y huertos, sin costos adicionales para el Estado. De los fértiles suelos los trabajadores de bajos ingresos y sus familias, cada un de su parcela, retiran un complemento alimentario no despreciable, así como una renta adicional.

La más destacada producción, en el caso vertiente colectiva, es la de la miel, unos 100 litros por año. Se les estimula a venderla, así como las compotas de frutas y bebidas licorosas, confeccionadas casi siempre por las mujeres, y a las plantas medicinales cultivadas en la tienda del Museo, junto con libros, ilustraciones y postales, una convivencia pacifica entre cultura y agricultura.

En los dos últimos años una ONG, la PROSALIS (Proyecto de Salud de Lisboa), ha solicitado pequeña parte del parque para ensayar un proyecto de recuperación y de reinserción social de drogadictos, con cultivo de hortícolas y hortícolas condimentares, flores y hierbas medicinales, todo asociado en parcelitas atribuidas a cada droga dependiente, sin uso de pesticidas o herbicidas ya que el olor de oréganos, hortelana y otras condimentares aleja los insectos, defendiendo los huertos de las plagas.

El proyecto está siendo un suceso y se prevé su continuación en un futuro próximo, mientras sea poco amistosa la relación entre los funcionarios del museo y los heroinómanos en tratamiento. Esta huerta pedagógica es asesorada por técnicos agrónomos y el Museo tiene un arquitecto paisajista encargado de acompañar el diseño y la evolución de todas las áreas cultivadas en el Parque.

En otro palacio privado que hemos visitado, con 2.400 m2 de superficie, encontramos a un solo encargado que, además de dedicarse al cultivo y venta de hortícolas, uvas, cítricos, higos, frutillas, condimentos y papas, estercoladas por los conejos que crea, se dedica a tratar con extremo apuro y a vigilar hace 20 años la propiedad con su familia. Subrayamos que la supervivencia de estas porciones de verde en la ciudad, no solo contribuyen a mejorar la calidad del aire, son además espacios de infiltración que disminuyen efectos de lluvias abundantes que de cuando en vez se abaten sobre la capital, y son reservas genéticas, lugares frecuentados por insectos y aves cuyos trinos se escuchan en primavera allí y en las calles más centrales del casco antiguo.

El agricultor urbano de Lumiar más conocido, de cuando en vez entrevistado por los periodistas, es un funcionario jubilado del puerto de Lisboa, nacido y criado en la ciudad, lo que no suele ser frecuente entre los encuestados que casi siempre tienen antecedentes rurales. En sus más de 2.000 m2 de huerto familiar practica el compostaje, el riego por goteo, dedicándose por hobby a producir todo tipo posible de pimientos, cuyas semillas compra y intercambia con gente de todo el mundo por Internet. Igualmente produce papas, otras especies hortícolas, plantas medicinales y frutales, sobre todo tropicales. La agricultura es biológica, de lo cual es partidario incondicional, y se destina al consumo de la familia y largas festividades con amigos, en particular en Junio, durante las fiestas de la ciudad.

A propósito de fiestas de Lisboa, en Moraria hay una calle de gran declive, orientada al sur, o sea, en la dirección del sol, y sustentada por escaleras, donde en canteros y vasos los residentes cultivan plátanos, paltas (aguacates), granadillas y otras frutas tropicales, así como flores, condimentos y Hypericum perforatum, una hierba medicinal propia para el hígado y usada para aminorar indigestiones, plantada de propósito para ser consumida a altas horas, tras las sardinas asadas y las abundantes carnes acompañadas de buen vino. Esta calle sui generis de un barrio central, imagen de una ciudad de largas tradiciones agrícolas y fiesteras, sobre todo de fuertes relaciones de vecindad, ya fue muchas veces premiada como la más florida de la capital.

¿Cómo es posible que con compostaje o desechos animales solamente se produzca tanto en la capital portuguesa?

La fertilidad de los suelos y su aptitud para la agricultura, además de la ya mencionada lezíria del Tajo, es muy buena, en general, en todas las tierras situadas en la orilla norte del río Tajo, lo que se ha comprobado con el trascurso del tiempo. Desde el trigo a las hortalizas, frutales de todos tipos, ganado lechero, conejos, aves, ovejas y cabras, todo se ha producido en las quintas, incluso dentro del municipio de Lisboa, como hemos comentado, hasta los años 60 del siglo pasado. Actualmente se desplazaron las propiedades agro - pecuarias hacia Sintra (Colares), Mafra y Loures, que siguen siendo el anillo peri-urbano de abastecimiento de productos frescos de la capital, perpetuando de una forma admirable el modelo de uso de suelos de von Thünen en plena era de globalización, malogrando el proceso sin regulaciones de expansión metropolitana conyugado con las poco beneficiosas directrices de la Política Agrícola Comunitaria, PAC, que viene perjudicando Portugal en beneficio de países más desarrollados, como España y Francia (Gaspar, 1970; INE, 1999).

Esto no significa que a pesar de la pobreza relativa, la mitad sur de la metrópolis no esté dotada de recursos naturales auspiciosos a actividades del sector primario ya que aún hoy se puede comprobar que, por medio del intensivo uso de riego, en función de la sequedad imperante, se cultivan bellas huertas a lo largo de Costa de Caparica (municipio de Almada) y sobre todo en los valles que bordean la Sierra calcárea de Arrábida (municipios de Setúbal, Sesimbra y Palmela), donde en la rica comarca de Azeitão (topónimo relacionado a la producción de aceite de oliva) se crean ovejas y se producen finos vinos (Mattoso, Daveau y Belo, 1997)

En el municipio de Montijo, cuyas fértiles quintas eran frecuentadas durante las vacaciones por los más favorecidos ya en el siglo XIX, estaba en plena actividad en los años ochenta una de las mayores fincas agro-pecuaristas del país, la herdade de Rio Frio. En esa década la intensa laboración con las más modernas máquinas pero también la cantidad de trabajadores permanentes que allí residían justificaba la manutención de dos escuelas privativas para sus hijos, en horario completo. Recientemente, lo que es algo decadente, se planteó la hipótesis de construir el nuevo aeropuerto internacional en este latifundio, rechazada en función de Ota, situada en la orilla norte, entre otras razones por ser necesario construir otro puente sobre el Tajo para acceder a las llanuras de la finca.

En el censo agrícola de 1999, Montijo era el segundo municipio de la Región Metropolitana de Lisboa en área cultivada, dominada sobre todo por producciones temporarias como hortícolas, cereales y papas. El primer lugar lo detenía Palmela, también con apreciables cultivos temporarios pero predominio de los permanentes, sobretodo frutales, entre los cuales los cítricos y la viña son los destacados. Las políticas públicas de promoción de venta de vinos de calidad son muy beneficiosas en Palmela, siendo que las reservas del Hero, de las castas tintas, son vendidas por precios que van de 5 a 9 Euros la botella de 75 cl.

Alcochete, de tradiciones ganaderas, es famosa por sus grupos de forcados que enfrentan y pegan los toros por los cuernos, sin capa o espada en el toreo típicamente portugués. Este municipio de largas tradiciones rurales está en proceso de peri-urbanización al igual que su vecino Montijo tras la construcción del puente Vasco da Gama en 1998 que acortó considerablemente las distancias con relación al resto de la metrópolis.

¿Quién cultiva hoy en día en Lisboa y su periferia? La ciudad de "desvariadas gentes" del tiempo de las descubiertas portuguesas, allá del mar y de comercio de especierías, es dominada ahora por una complejidad de nacionales de todo el país y de distintas edades, mezclados con africanos, casi siempre aglomerados en guetos de cuestionable seguridad y pésima calidad de construcción, brasileños, paquistaníes, chinos y recientemente vagas incontrolables de inmigrantes europeos del Leste. Muchas de estas personas tienen antecedentes rurales y cultivan la orilla de autopistas y calles, sobre todo en los municipios de Lisboa, Oeiras y Sintra.

Asimismo, dentro de suburbios (dormitorios) de alta densidad, como Algés o Linda-a-Velha (Oeiras), uno aún puede encontrar hombres pastoreando ovejas en tierras públicas, incontables huertas, y edificaciones pobres de madera con aves, casi siempre en suelos ajenos, micro-empresas ilegales, no tributadas, mero expediente de supervivientes nacionales o extranjeros, que cuando el empleo en la construcción o industria escasean recurren a lo que plantan o crean. Esta es una de las muchas ventajas de la agricultura urbana: la contribución para aminorar la pobreza urbana y para mejorar la seguridad alimentar de los más desfavorecidos.

Las urbanizaciones suburbanas de Santiago de Chile.

En el territorio chileno, el proceso antes reseñado es, en cierta medida, correspondiente.

Conviene recordar que la figura del "límite urbano", de separación de lo urbano y lo rural, que procede del modelo del área de patrocinio de la ciudad compacta, donde se cobran derechos de amparo o de ingreso de productos, se legitima en el Artículo tercero de la Ley del 28 de julio de 1888, acerca de la demarcación del espacio de aplicación del impuesto de patentes a favor de las Municipalidades.

Posteriormente adquiere mayor relevancia en el texto de la Ley 1.838, sobre Habitaciones para Obreros y Habitaciones Baratas, de 20 de febrero de 1906, donde se le entrega al Presidente de la República la determinación de fijarlo, de manera obligatoria y cada diez años; y culmina en el Artículo Núm. 52 de la Ley General de Urbanismo y Construcciones, aprobada por Decreto Supremo Núm. 458, de Vivienda y Urbanismo, de 18 de diciembre de 1975.

Entre los proyectos que van en sentido contrario, se pueden citar algunos ejemplos prototípicos: de entidades de población de estructura combinada, urbano - rural, en los diseños de Carahue (1882), de la aldea cooperativa en Villa Queule, de José Luis Mosquera (1924), y del Asentamiento El Melón, de Nogales, planeado por la Corporación de la Reforma Agraria, CORA (1972); de "ciudades - jardín", en la hechura del Campamento de Coya, de la Braden Copper Company (1925), cerca de Rancagua, y del Plan para el Balneario de Rocas de Santo Domingo, de Josué Smith Solar y José Tomás E. Smith Miller (1934); de "ciudades lineales" que atraviesan los espacios rurales, como la que se pretende formar a la vera del eje de unión entre Santiago y San Bernardo, de Carlos Carvajal (1905, 1912), y la del proyecto futurista de Sergio Miranda, una Megaestructura Longitudinal Semicontínua en A (1965), que propone edificar sobre y a lo largo de la Carretera Panamericana Sur (actual ruta nacional CH5); y, finalmente, de "huertos obreros y familiares".

Esta expresión, de potente contenido idealista, originada en las iniciativas que detallamos al comienzo de nuestra ponencia, se va experimentando en una parcelación residencial situada al norte de la ciudad de Graneros, a unos 60 Km. al sur de Santiago, de la Caja de Colonización Agrícola, (circa 1921), hasta ser sancionada como parte de la política oficial de urbanización mediante la Ley 6.815, de 5 de febrero de 1941, en el cuerpo de ciertas obligaciones impuestas al Consejo de la Caja de la Habitación, durante el gobierno del Frente Popular (conglomerado progresista de partidos políticos de izquierda y centro izquierda, cuya acción urbanística se fortalece en las obras de reconstrucción subsecuentes del terremoto de 1939)

La dimensión regional de la ciudad de Santiago, es descubierta entre 1895 y 1903, cuando se comercializa la edición de las nueve cartas geográficas de la cuenca, a escala 1:25.000, levantadas, impresas y adheridas a una tela que las une, por el Estado Mayor del Ejercito (actual Instituto Geográfico Militar); se asignan títulos de villa a los mayores poblados, se crean Municipalidades que reorganizan la administración de la corona exterior, y se extienden las líneas de tranvías y teléfonos hacia el área peri - urbana.

En adelante y hasta el presente, la velocidad de crecimiento urbano de Santiago, tiende a ser proporcional al desarrollo del poblamiento del espacio inmediato, aún cuando en su transcurso muestre alteraciones, como lo refleja la representatividad del cuarto anillo de urbanización, que cobija el 10,32 % de la población del Gran Santiago en 1875, monto que desciende al 5,35 % en 1930, vuelve a subir al 15,17 % en 1982 (Gurovich, 1996) y supera el 22 % en los registros preliminares del Censo de abril del 2002.

El pensamiento sobre la formación urbano - rural se consolida en los aportes de una serie de urbanistas y agrónomos, entre los cuales se encuentran Luis Muñoz Maluschka, José Luis Pistono, Juan Parrochia B. y Juan Honold D., alcanzando su madurez cualitativa en las sesiones del Seminario del Gran Santiago, organizado por el Instituto de Extensión Cultural de la Universidad de Chile, entre 1957 y 1958, y en las tareas de confección del Plano Micro-regional de Santiago, elaborado por el Ministerio de Obras Públicas - y no sancionado legalmente -, como parte integrante del Plan Regulador Intercomunal de Santiago, ratificado por D. S. Núm. 2,387, de OO.PP., de 10 de noviembre de 1960.

A continuación, las diligencias de mayor relevancia en el manejo del problema son entregadas a un organismo especial, la Comisión Mixta de Agricultura y Urbanismo, aprobada por D. S. Núm. 718, de 5 de octubre de 1977, tarea que actualmente debe ser cumplida por la Comisión de Ordenamiento Territorial del Consejo Regional Metropolitano, CRM.

La llamada Política Nacional de Desarrollo Urbano, que se aplica entre 1979 y 1985, trata de imponer la plena liberalización normativa, durante el gobierno militar, entre cuyas medidas se decide la anulación práctica del límite urbano, para unificar las áreas urbanas y rurales, y minimizar sus prescripciones legales. Las consecuencias resultantes sobre las propias regulaciones del mercado, provocan acciones de moderación, en 1985 y 1990. No obstante, algunas de sus hipótesis de trabajo continúan vigentes.

Y por último, aunque el 6 de octubre de 1994, por Resolución Núm. 20 del CRM, es aprobado el Plan Metropolitano de Santiago, la mayor contribución en el tratamiento normativo del área peri-urbana, que son las "zonas urbanizables con desarrollo condicionado", ZUDC (o, más tarde, ZODUC), y las "áreas restringidas o excluidas al desarrollo urbano", a partir de la Resolución Núm. 39 del CRM.

Al interior del Gran Santiago, los movimientos de población precisamente han forzado el crecimiento de las nuevas periferias, como producto de la búsqueda de nuevos espacios, o bien, a su expulsión de antiguas localizaciones, gestando una estructura urbana dispersa, difusa, segregada y de menor densidad residencial, que va urbanizando las áreas rurales (Dematteis, 1998; Ortiz y Schiapacasse, 1997; y Ortiz et als., 2001)

Los efectos territoriales de la modernización neoliberal, aplicada en Chile a partir de 1994, examinados a escala mayor, están ocasionando profundas alteraciones en las relaciones campo - ciudad de la Región Metropolitana, que se insertan en un contexto marcado por la transnacionalización, la aceleración tecnológica y la difusión inmediata de la información.

Por ello, y especialmente en las comarcas rurales de la Región capital - que, por lo demás, se hacen parte de la configuración del "megacentro" -, se desarrollan condiciones de producción integradas a la economía global, ligadas a circuitos internacionales de comercialización que son favorables para las empresas agroexportadoras, mientras pierden influencia las economías campesina y los itinerarios locales. Mientras tanto, los roles y la jerarquía de los poblamientos y las actividades económicas, vinculadas por su parte a los cambios en los modelos tecnológicos de organización productiva y a la re - primarización (Uribe - Echeverría, 1990), se reordenan, impactados por la especialización - mundialización, y claramente supeditados a ejes cada vez más abstractos de poder. Las nuevas corrientes migratorias de origen rural, a su turno, se ligan a las transformaciones de la estructura laboral, los procesos de diferenciación campesina y a los cambios en el hábitat rural.

Se fortalecen y benefician las ciudades menores por su localización, integrándose a los flujos de población que antes se dirigían hacia la ciudad principal, al mismo tiempo que mantienen los rasgos característicos de centros rurales vinculados a la fruticultura de exportación.

Debido a la escasez de empleo urbano, las migraciones tienden a fortalecer los vínculos urbano - rurales y, en cuanto se mantiene la localización residencial como base en la constitución de comunidades y estrategia de supervivencia familiar (Gilbert, 1993), están coadyuvando procesos de re - campesinización.

Analizada desde otro aspecto, la creciente urbanización del núcleo santiaguino ha venido causando una constante pérdida de ricos suelos del peri - urbano, afectando irreversiblemente la actividad agrícola que allí se desarrolla (Dascal y Villagrán, 1995) Lo anterior se relaciona directamente con el fenómeno de la "anticipación urbana" (Sinclair, 1968), mediante el cual, el suelo urbano de mayor valor económico desplaza rápidamente al agrícola.

Cabe agregar que el aumento de la superficie peri - urbana ha sido también impulsado por las modalidades informales - espontáneas o "ilegales" - de ocupación de suelos de los asentamientos populares, el uso especulativo del territorio por empresas inmobiliarias y la propia acción pública destinada a proveer vivienda a los sectores de menores ingresos (Villa y Rodríguez, 1997)

El perfil de las áreas peri-urbanas de Santiago, se sitúa en el enclave frutícola, donde se localizan importantes ventajas comparativas de población, vías de comunicación, fuerza laboral, suelos, y clima. En su interior se desarrollan conflictos antagónicos entre la agricultura campesina y las empresas agroexportadoras, que conjuntamente definen un nuevo dualismo rural. A diferencia de la unidad empresarial, la economía campesina corresponde a la unidad pequeña producción agropecuaria que se dedica al cultivo de la tierra y actividades pecuarias, en compañía de su familia, sin importar el régimen jurídico que le corresponde (pequeño propietario, mediero, etc.). Su empresa se basa principalmente en la mano de obra que él mismo aporta y la de los miembros de su familia, el uso de una tecnología rudimentaria y una división simple del trabajo. (Furche, 1992)

Una cantidad de pequeños agricultores subsisten en el secano interior, los valles de secano y riego y la precordillera (Echeñique, 1992), siendo en su mayoría "parceleros asignatarios" que recibieron tierras en el período 1974 -1978, durante el proceso de "contra-Reforma", cuando se devolvió un tercio de las antiguas tierras del sector reformado a sus antiguos propietarios, otro tercio fue licitado y el resto fue entregado a los campesinos en base a un sistema de puntajes.

La categoría de los campesinos "parceleros" aparece en un escenario político-económico el cual plantea desventajas estructurales que les impide manejarse al interior del modelo neoliberal. Deben cancelar las cuotas correspondientes al valor de las parcelas y las contribuciones, la falta de créditos y capitales de inversión les imposibilita una explotación eficiente de sus predios, y su producción, constituída por chacras y hortalizas, es subvalorada por el mercado interno, ya que se realiza a través de intermediarios. Ello origina la apertura de un mercado paralelo de tierras.

Los cambios más importantes del campesinado se han reflejado en: la residencia en los nuevos poblados, con modificaciones en la forma de vida y en los tradicionales valores culturales; la situación de trabajo, pasando de una ocupación permanente al trabajo estacional; de relaciones personales con un patrón, a una relación contractual con varios empresarios; y la relación con la tierra, sin el goce de las que les eran cedidas en sistemas de subtenencia.

Afrontan con situaciones de mayor pobreza y de menores ingresos (Ferreira y Mangiamerchi, 1998), han perdido su espacio productivo directo, y se han proletarizado. Las familias que han logrado mantener los sitios de media hectárea, mantienen sus viviendas en el mundo rural. Sin embargo, dos fenómenos han ido incidiendo en su densificación poblacional. El primero, está representado por el allegamiento de familias que construyen sus viviendas en el sitio, posibilitando así la formación de verdaderos conglomerados habitacionales de carácter marginal, caracterizados por la deficiente infraestructura social básica. El segundo, consiste en la continua fragmentación interna de los sitios debido a las sucesiones hereditarias. Por esa razón han surgido a orillas de los caminos del campo metropolitano verdaderas conurbaciones rurales. Por el contrario, las familias que han vendido el sitio y el predio se desplazan a ciudades menores o intermedias, donde se han asentado en la periferia. Y otras familias han construido sus viviendas en terrenos públicos, dando origen a campamentos espontáneos.

A la presión ejercida por la población de origen campesino, en la base inferior a la malla de asentamientos se agrega también la difusión de contenidos urbanizantes, en virtud del cual esta población rural es estimulada a urbanizarse. Esta adaptación marginal de patrones urbanos se identifica claramente con una propuesta consumista generalizada que engloba a todos los estratos sociales, incluyendo a los rurales y urbanos.

El otro rasgo de esta urbanización está representado por los espacios de elite, insertados en parcelas de agrado, que representan, en el ámbito rural, la urbanización característica de los sectores de elevados ingresos y a la dinámica propia de la segregación social de la gran ciudad. Funcionan como verdaderos enclaves residenciales de carácter exclusivo, direccionados por las inmobiliarias que venden, en la propaganda: el contacto con la naturaleza, el refugio contra la violencia y la contaminación, y una vida comunitaria entre familias de iguales, seleccionados ingresos y cultura, en espacios cerrados que no se relacionan con su entorno inmediato.

De esta manera, en el paisaje rural metropolitano han aparecido sectores residenciales que tienen una nueva fisonomía y cuyo carácter es funcional al actual modelo modernizante. Estos sectores residenciales son bastante heterogéneos entre sí, dependiendo de las áreas de la especialización productiva en donde se sitúen geográficamente. Aparecen reforzados por demandas y ofertas de distinto origen: comités de allegados rurales que presionan por viviendas, posibilidades de trabajo extraordinario, trabajos con diferentes remuneraciones y otras condiciones. En su interior tienden a semejarse a las áreas marginales de la gran ciudad, forma de urbanización que está representada por asentamientos campesinos que multiplican su población a través del crecimiento de familias, colectivos que albergan a trabajadores temporales y campamentos espontáneos en las afueras de las ciudades menores, generalmente situados en áreas de riesgos. Todos ellos implican en una forma u otra al desarraigo de vida de los campesinos (Ortega, 1987)

Se trata de una urbanización precaria vinculada a todos los problemas que desarticulan definitivamente su vinculación territorial. La relocalización poblacional se proyecta en un hábitat rural cuyas manifestaciones más evidentes son la pobreza y la deficiente dotación de infraestructura social básica. Los campesinos que venden sus tierras, se trasladan en la mayoría de los casos a la periferia de las ciudades menores como allegados. A ello debe agregarse también una población flotante de campesinos sin tierras de carácter rur- urbano que aparecen vinculados a las agroexportadoras. Estas empresas no mantienen fuerza laboral residente en su interior (en oposición al antiguo fundo), y más bien tienden a expulsar población residente.

Los acelerados cambios espaciales que se registran en el área peri - urbana de la Región Metropolitana implica la conformación de espacio conflictivos en los cuales el hábitat rural campesino, tradicionalmente definido, está desapareciendo. De hecho, el ejercicio de diferentes actores sociales que compiten por el uso del espacio rural refleja nuevas fragmentaciones, donde el centro está dado por la crisis de las economías campesinas y su inserción en el desarrollo. Desde variados aspectos, se están creando serios problemas ambientales relativos a la calidad de vida y la pérdida irreparable de suelos agrícolas, a lo que se debe agregar la carencia de regulación, que permite el uso desordenado e irracional del espacio.

El panorama social y ambiental de la cuenca metropolitana, es todavía más problemático, por cuanto las modalidades de desarrollo combinado de la urbanización y de la ocupación y explotación del resto del espacio, a más de ser discordante, provoca perturbaciones trascendentales a su integridad ambiental, incorpora nuevos elementos de inflexión de los lineamientos del proceso, y desordena las formas de decisión.

Entre las situaciones más complicadas, se destaca: la ocupación de zonas inundables y evacuaciones de quebradas; las alteraciones inarmónicas de la topografía, los balances hídricos y la continuidad de los cursos de agua superficiales; las limitaciones a la ventilación y la disposición negativa de islas de calor; y la localización de fuentes fijas de contaminación - vertederos y depositaciones diversas -, ruidos molestos, instalaciones y depósitos de materiales peligrosos, antenas, postaciones y medios de publicidad visual que trastornan el paisaje.

A ello hay que sumar la existencia de instrumentos de planificación y control, variados, desiguales e incluso divergentes, lo que se agrava debido a una sobrentendida política de competencia entre municipios, que se traduce, por ejemplo, en Planes Reguladores Comunales de corte permisivo, y la implementación de iniciativas aisladas.

Por otra parte, están incrementándose los costos del suelo, al tiempo que disminuye paulatinamente la oferta de terrenos, especialmente aquellos dotados de facilidades a la urbanización y al desenvolvimiento de la producción. Paralelamente se multiplican los cambios de tenencia, entre los cuales sobresale el aumento del dominio de las empresas inmobiliarias sobre los suelos potencialmente urbanizables, incluso aquellos que comportan restricciones al uso.

Asimismo, de acrecientan las presiones por la construcción de fajas de infraestructura de vialidad preferencial (en su mayoría adheridas al sistema de concesiones) y ductos de transporte de petróleo, gas natural y energía eléctrica.

No obstante la realidad reseñada es conocida, y se ha avanzado (Proyecto OTAS), faltan estudios que permitan recuperar y sistematizar la información que ya se dispone, especialmente aquella imprescindible para confeccionar modelos de manejo coordinado.

La política de desarrollo y el diseño del instrumental de manejo de la Región, además de ser dispersos e inconsistentes, de continuar leyendo el proceso desde una perspectiva focalizada en lo urbano (IRM / SEREMINVU, 1999), y desaprovechar múltiples disponibilidades legislativas, institucionales y de influencia social, desconocen la emersión activa de la interfase urbano - rural, entre las configuraciones de la realidad.

Los "huertos obreros y familiares" de La Pintana.

La superficie de la comuna de La Pintana, originalmente formada por terrenos de secano, fue incorporada a la agricultura después de la construcción del sistema de regadío del canal de San Carlos, entre 1800 y 1821, en el marco de uno de los planes regionales mejor logrados de la historia de Chile.

Situada en el extremo sur del llano del Maipo, conservó una trama de fundos y parcelas florecientes hasta hace unos sesenta años, cuando en las subdivisiones agrícolas comenzaron a mostrarse los primeros indicios de la expansión urbana.

En 1942, la Caja de la Habitación Popular adquirió los títulos de dominio del fundo La Pintana, que en el pasado había pertenecido al Presidente de la República Anibal Pinto Garmendía (1876 - 1881), para ensayar allí la instalación de los primeros Huertos Obreros y Familiares del país, conforme a la ley número 6.815 de 1941.

En este lugar ubicado a poco más de dieciocho kilómetros del centro principal de la ciudad de Santiago, la Caja edificó una población modelo destinada a la Sociedad Cooperativa José Maza, con viviendas de tres dormitorios sobre quinientos lotes de media hectárea, además de algunos servicios de equipamiento comunitario y reservas de espacio para los faltantes, cuya primera etapa se inauguró en 1946, y las siguientes en 1950 y 1957, permaneciendo hasta hoy, con pocas variaciones, como un símbolo del cooperativismo progresista.

Entre 1960 y los comienzos de la década siguiente se produjo una urbanización importante en las cercanías, a consecuencia de programas de "operación sitio" y tomas de terrenos que fueron conformando el sector delimitado por Lo Martínez, Santa Rosa, Lo Blanco y San Francisco, con una densidad media (actual) de 230 habitantes por hectárea.

En mayo de 1981 se dividió la antigua y relativamente pobre comuna de La Granja, creándose la nueva subdelegación de La Pintana, con 3.324,34 hectáreas de superficie, en el borde de contacto de la ciudad y su entorno rural inmediato de entonces.

Desde 1979, esta unidad territorial, ahora independiente en las cuestiones de la administración local, pero al mismo tiempo " sujeto controlado de laboratorio" para la tesis de homogenización social de las comunas, explícitamente señalada por el gobierno militar de la época, había comenzado a recibir conjuntos de familias y poblaciones completas erradicadas desde doce comunas y cuarenta campamentos (principalmente del núcleo central y el oriente), incrementando en un ritmo inusitado su contenido demográfico.

Entre los censos de 1970 y 1982, la población de La Pintana aumentó de 35.603 a 73.573 habitantes, con una tasa de crecimiento anual acumulativa del 6,23%, que corresponde a 2,27 veces la del Gran Santiago en el mismo plazo, que se elevó al 8,71 % en el período 1982 - 92. Posteriormente, entre el censo de 1992 y el reciente del 2002, subió de 169.640 a 194.841 habitantes, con una tasa del 1,39 %, llegando a representar el 3,71 % de la población de la Región Metropolitana.

En el período crítico que va desde 1979 a 1985, se anota una variación porcentual de radicaciones equivalente al 327,73% de aumento calculado sobre el número de familias residentes en los campamentos de la comuna en 1979 que es en ese período, de 12,94 veces el promedio del Gran Santiago.

Este crecimiento provoca un fuerte impacto en las dotaciones de equipamiento y en los niveles de empleo, que ya eran deficitarios, más todavía por el perfil socioeconómico de la población incorporada. Desde muy temprano también, se anotan divergencias con las relaciones y roles urbanos y rurales que antes cumplía La Pintana, lo cual se manifiesta sobre la oferta y el valor del suelo, y en la percepción de su imagen por los santiaguinos.

La erradicación significaba casi siempre un mejoramiento de la vivienda y de la higiene ambiental. Pero los otros componentes del nivel de vida, como las comunicaciones, el transporte, la educación, la nutrición y muy especialmente el trabajo, se deterioraron frente a las condiciones originales de los pobladores.

El programa de reorganización del espacio social de Santiago, en el caso de la comuna de La Pintana, perjudicó irreversiblemente el potencial agrícola de su entorno rural, incrementó los costos públicos y privados de funcionamiento de la ciudad, y provocó deterioros en las condiciones urbanas de un numeroso contingente de familias de bajos recursos y capacidades de acción.

El traslado de pobladores desde otras localidades les permitió superar en parte sus penurias habitacionales y sanitarias, pero a costa de reducir sus niveles de integración espacial a la ciudad y de inclusión en un contexto social más heterogéneo, provisto de redes formales e informales de trabajo, de difusión de innovaciones y de mecanismos de convivencia y apoyo solidario, limitando drásticamente sus posibilidades ocupacionales y sus oportunidades de acceso a los bienes y servicios.

El aislamiento y la unificación de la pobreza en La Pintana se van consolidando en un circuito negativo debido al acrecentamiento de las distancias medidas en costos monetarios y tiempos de viaje, y sus consecuencias sobre el empleo y la certidumbre laboral, a la pérdida de la individualidad en la asociación involuntaria a un conjunto social discriminado por sus rasgos negativos y finalmente, a la inseguridad en un medio donde se desarrollan procesos de descomposición institucional, violencia y degradación.

Mientras crece la población urbana y la ocupación de los suelos comunales se hace desbordante, el proyecto de los Huertos Obreros y Familiares de La Pintana - al revés de lo que está aconteciendo con operaciones similares en otras ciudades chilenas (La Calera, Rancagua, El Tambo de San Vicente - Colonia Pedro Aguirre Cerda -, San Pedro de la Paz de Concepción, y Temuco, entre otras) - logró mantenerse vigente, y aún más, se ha convertido en una suerte de paradigma de manejo territorial, gracias al diseño de su estructura y especialmente a la persistencia de la organización de su comunidad en torno a la cooperativa.

El acuerdo de pertenencia al proyecto de la Cooperativa de los Huertos Obreros y Familiares de La Pintana, voluntariamente asumido en 1945, y mantenido hasta el presente, implica no subdividir el terreno ni alterar el ambiente vecinal mediante actividades productivas ajenas a la agricultura, la vivienda y la microempresa industrial inofensiva.

En ocasiones se han incorporado elementos "problemáticos", tanto en el uso del suelo (explotaciones de apicultura, talleres artesanales de atención directa al público, unidades educacionales - liceo, escuelas técnicas y unidades de entrenamiento laboral -; como en las formas de edificación: (construcciones que superan los tres metros de alto - hangares de bodegaje y naves industriales -, y últimamente, una variedad de cierros enrejados y muros densos y opacos)

Pero, en general, así como su legalidad continúa vigente, ha subsistido como en sus orígenes, a pesar de que se está viendo cercada por otras urbanizaciones.

Sus residentes señalan una elevada adscripción a los principios de solidaridad del vecindario, fortalecido, además, por el resultado de programas de pavimentación participativa, desinfección agrícola, compra de insumos, y transporte de escolares y ancianos.

Por último, frente a la contrastante situación, ya reseñada, de la convivencia de los bolsones de pobreza rural y los parcelamientos "de agrado" en el espacio de la interfase, se ha renovado el interés por la propuesta de los "huertos obreros y familiares", aunque desprovista de algunos de sus contenidos de organización social y, de hecho, está reapareciendo formulada en algunos Planes Reguladores Comunales, en pleno proceso de aprobación.

Escenarios futuros: hacia una ciudad mejor.

La Región Metropolitana de Lisboa ha sufrido, en el trascurso de la historia, impactos ambientales muy negativos. La construcción de centrales de tratamiento de desechos y la recoja selectiva de basuras están evolucionando favorablemente, pero en el dominio de las aguas existen retrasos y gran es la debilidad en el proceso de reciclaje de aguas residuales.

Con la extinción del IPE (Inversiones y Participaciones Empresariales), una empresa pública que posee 100% del capital de "Aguas de Portugal", o sea, que regula el abastecimiento a las ciudades de Lisboa (EPAL), Setúbal y villa de Cascais 3, así como la extensa área agrícola de la Compañía de las Lezírias, se perspectiva una privatización futura del patrimonio hidrológico y ambiental de la metrópolis portuguesa.

En consecuencia, uno de los escenarios posibles será una disminución de los espacios verdes de la metrópolis y de su entorno, a la vez que el sector inmobiliario es muy fuerte en Portugal y hace tiempo existe una presión de las clases media-alta y estrato de mayores ingresos por el permiso de construcciones de gama alta en áreas protegidas, como el Parque Natural de Arrábida o las Áreas de Protección Ambiental de Sintra-Cascais.

Ese escenario es de reducción drástica del patrimonio ecológico de la metrópolis portuguesa, luego de disminución de las áreas de práctica agrícola peri-urbana también, con plausible aumento de los precios del precioso liquido y posible creación de una tasa ecológica (al igual de lo que ya ocurre en España) a fin de proceder a las siempre diferidas obras de tratamiento de aguas residuales de la metrópolis, ya que la praxis enseña que son los trabajadores dependientes los que pagan las grandes obras públicas como será la despolución del Tajo o de las playas de Cascais y Sintra.



Otro escenario, más ideal, opuesto al anterior y coetáneo con los proyectos de intervención deliberada utilizados a lo largo del siglo XX, así como con los padrones de protección ambiental de Unión Europea, podría resultar de la lucha constante de asociaciones del fuero ecológico y de ciudadanos conscientes, y seria la manutención de la Lezíria como espacio agrícola y ecológico, mismo en una empresa privada, junto con las áreas protegidas de Sintra-Cascais y Arrábida, ya consagradas como biotipos por la legislación europea, y subsiguiente desarrollo de estrategias amigas del ambiente, como:

(1). Creación de un "pasillo verde" desde el alto del Parque Eduardo VII, en la secuencia de la Avenida de la Libertad, y el Parque de Monsanto, un proyecto harto soñado por los ambientalistas desde los años 60, para la ciudad de Lisboa.

(2). Estímulo aún mayor a las huertas pedagógicas dentro de la capital, aprovechando los profesores en horarios incompletos, puesto que cada día hay menos niños frecuentando escuelas dentro del municipio de Lisboa.

(3). Continuidad a las políticas de recuperación de espacios verdes urbanos y de paseo público con admisión de pequeños y bien controlados negocios de turismo y restaurantes en los espacios ribereños, proceso empezado ya en Lisboa que hay que proseguir en el municipio de Oeiras (W) y Vila Franca de Xira (E), así como al Sur del río Tajo.

(4). Arborización de las ciudades satélite, tan carecientes de espacios verdes, jardines y avenidas con veredas floridas, especialmente Amadora y Almada.

(5). Apuesta en la revitalización de áreas urbanas antiguas en detrimento de nuevas construcciones, lo que está ya prometido por el nuevo alcalde de Lisboa pero no por sus vecinos y compañeros políticos en los otros municipios de la metrópolis.

Por el contrario, en la Región Metropolitana de Santiago, así como se está poniendo toda la energía del aparato estatal en la discusión pública de su primer Plan Regional de Desarrollo, calificado con la mayor prioridad por el gobierno nacional, y en la ampliación del Plan Regulador (intercomunal) Metropolitano, el poder de las empresas inmobiliarias se manifiesta, con fuerza creciente, en su capacidad para cambiar las reglas del juego urbanístico de esos mismos instrumentos y, consistentemente, reproducir y ampliar la desigualdades sociales en un ámbito peri - urbano transformado, en la interfase urbano - rural.

Como en otros momentos de la historia, la dificultad mayor reside ahora en la determinación del modelo de ciudad deseable por los habitantes, y el modo democrático de obtenerla.

En esta nueva realidad, el estudio de bases de referencia, como la del prototipo que analizamos, necesita ser practicado y difundido.

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1/. Departamento de Ciencias Agrárias, Instituto de Investigação Científica Tropical, Lisboa, Portugal. < isabel-madaleno@clix.pt >

2/. Departamento de Urbanismo, Facultad de Arquitectura y Urbanismo, Universidad de Chile.

3/. Departamento de Geografía, Facultad de Arquitectura y Urbanismo, Universidad de Chile.




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